jueves, 31 de enero de 2008

El padre

Recuerdo la última sesión de terapia con Xabier. Tengo su "discurso" grabado a fuego. Nos sentamos uno en frente del otro y me dijo: "Llevamos ocho meses de terapia. Recuerdo cuando llegaste, llorando, triste...pensé que te ibas a morir de tristeza, nunca había visto a nadie tan triste, y te aseguro que yo he vivido muchas tristezas ajenas... Mírate ahora: estás guapísima, hasta has cambiado la forma de vestir... y el otro día, me fui riendo a casa, pensando en eso que me dijiste de que te habias dado cuenta de que el tamaño sí que importa. claro que importa...Pensé que nunca llegaría este momento. Ahora llega el tiempo de hacerse preguntas, y yo te pregunto primero si crees que es necesario seguir con la terapia, quién soy yo ahora para ti y qué quieres que hagamos a partir de ahora". Yo le dije que siempre hay cosas por resolver, que para mí él se había convertido de alguna manera en las colchonetas que me iban haciendo el camino más fácil, esas que también había ido sintiendo en las paredes contra las que yo me había empeñado en darme golpes todos esos meses y que quizás sí tenía cosas que trabajar, respecto a mi padre... Él me sonrió, siempre me sonreía cuando me ponía lírica, me miró con aquellos enormes ojos azules con los que me abrazaba todos los martes, y me dijo: "Siempre hay un padre o una madre... al final, siempre aparece un padre o una madre..."

Hoy he recibido una llamada extraña. Alguien que no conozco, o que no recuerdo que conociese. Un antiguo compañero de mi padre, que vive cerca de aquí, preguntándome cómo estaba... Sin muchos detalles, porque no son necesarios (el porqué exacto de la llamada, el cómo, el qué me ha dicho....), ha sido lo suficiente como para pensar nuevamente en ese padre, ese que siento lejos, porque quizás desde los tiempos en que lo acompañaba a recoger musgo al bosque para hacer el belén, nunca he vuelto a sentir cerca.

Y sé que es un hombre de setenta años, enfermo, solo, que un día pensó que su lugar estaba en otra parte del mundo y se marchó en su busca, sin preocuparse mucho de lo que dejaba atrás. Sé que a su manera me quiere, porque todo el mundo quiere a su manera, y sé que esta niña (su nieta), le está removiendo por dentro y se da cuenta de que hay cosas que no hizo por su hija que quizás tenga que y quiera hacer por su nieta. Pero también sé que hay cosas que no tienen marcha atrás, entre ellas las oportunidades que perdimos.